Como sabemos, sin tener en cuenta la construcción de la Fábrica de Armas, la Vega Baja se había mantenido relativamente libre de construcciones hasta principios del siglo XX. A partir de los años 20 se empieza a construir el Poblado Obrero, para los trabajadores de la fábrica, en la Calle Coronel Baeza, y por esas fechas, en 1925, Camarasa, una persona preocupada por el daño que se estaba produciendo al paisaje y los monumentos toledanos, afirmaba que “sólo queda libre para el Toledo nuevo la parte llamada Vega Baja, y en ella también han empezado a edificar casitas, sin ningún orden de alineación ni urbanización”.
A partir de los años 40, empezó a construirse el barrio de Los Bloques, naciendo así el primer ensanche moderno de la ciudad, en una zona que, debido a su configuración, tenía claramente las mejores características para alojar viviendas. La construcción de estas viviendas se estaba ejecutando paralelamente a la redacción del Plan General de Ordenación Urbana, y por lo tanto fuera de él, redactado por la Dirección General de Arquitectura y aprobado finalmente en 1943.
Al parecer, durante la ejecución de las zanjas de cimentación de uno de los bloques, probablemente el primero, aparecieron materiales o restos arqueológicos, de los que no se dio conocimiento a las autoridades. De alguna manera dichos hallazgos llegaron a oídos de D. Francisco San Román, en esos momentos Comisario Provincial de la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Toledo, que remitió una denuncia al Gobernador Civil advirtiéndole del hallazgo, y denominando a los trabajos “excavaciones clandestinas”, sin duda porque, a pesar de haber sido conscientes de dicho descubrimiento los ejecutores de las obras, se continuó con las mismas sin que se hubiese informado a las autoridades. El Comisario remitió otro escrito, el 12 de noviembre de 1941 al Director General de Bellas Artes en estos términos:
“que en la Vega baja de esta ciudad, con motivo de los zanjeos hechos para la construcción de un grupo de viviendas por la Dirección General de Regiones Devastadas, han aparecido algunos restos de sepulcros con cubierta semicilíndrica de barro cocido, semejantes a otros aparecidos hace tiempo en lugares cercanos. Son restos indudables del cementerio árabe, que ocupaba, como es sabido, casi todo aquel perímetro. En mi calidad de Comisario provincial de Excavaciones no se me ha dado cuenta de nada y mis informes son meramente particulares.
Convendría trasladar al Museo Provincial los restos arqueológicos aparecidos; al mismo tiempo se debería aprovechar esta oportunidad para realizar allí excavaciones metódicas, antes de que avanzasen las construcciones en proyecto; y juzgo inexcusable que inmediatamente se vigilen dichas obras, para estar al tanto de lo que pudiera descubrirse e impedir su destrucción”.
Pocos días después, el Director General de Bellas Artes respondió a D. Francisco San Román, que al parecer ya debía haber recibido instrucciones verbales, indicándole que se atuviera a las mismas, e informándole que se estaba al habla con el Arquitecto de Regiones Devastadas.
El asunto, sin embargo, parece que debió quedar guardado en el fondo del cajón. No hay constancia de que se tomara medida alguna al respecto, ni otra noticia sobre el asunto, hasta 1944.
Al parecer, el Gobernador Civil, debió advertir mediante un escrito al Director General de Regiones Devastadas de la denuncia realizada por D. Francisco San Román. No sabemos si falta alguna pieza intermedia en la documentación, pero, como vimos, hasta febrero de 1944, no hay más noticias sobre el asunto. En ese momento es cuando el Director General de Regiones Devastadas remite una queja al Comisario General de Excavaciones Arqueológicas, Julio Martínez Santa Olalla, en el que informa de la denuncia que D. Francisco San Román había dirigido al Gobernador Civil sobre “excavaciones clandestinas” que decía se estaban realizando en Vega Baja. El Director General de Regiones Devastadas argumentaba que lo que se estaba haciendo, “como V.I. conoce” son “zanjas para la cimentación de un nuevo bloque en la Vega, y que por otra parte, los hallazgos hasta el momento son de verdadera escasa importancia, y que en todo ello no había habido más transgresión e la Ley que la forma incorrecta en que dicho Sr. Comisario, se refiere a un Organismo del Estado”.
Encontramos aquí ya una de las primeras veces en las que un responsable político o dirigente con responsabilidad en la urbanización, valora por su cuente y riesgo, y minusvalora, los restos aparecidos denominándolos de “escasa entidad”, obviando, claro está, el hecho de que su obligación legal, era haber dado cuenta a las autoridades del hallazgo.
Santa Olalla le remite un escrito, del que manda copia al Director General de Bellas Artes, en el que informa al Director General de Regiones Devastadas de las gestiones que él mismo había realizado solicitando en reiteradas ocasiones al Gobernador Civil que detuviera las “excavaciones clandestinas” que al parecer se estaban realizando en la ciudad, “destruyendo yacimientos arqueológicos”, en cumplimiento de la legislación vigente, además de que procediese a la incautación de los hallazgos, que comunicase el nombre de las personas implicadas en la excavación, que estaba “perjudicando al Patrimonio Arqueológico Nacional” , y realizase investigación para ampliar la información con el fin de tener un “exacto conocimiento de las circunstancias que concurren en las excavaciones clandestinas legalmente prohibidas y castigadas”.
De los escritos o telegramas remitidos al Gobernador, al parecer, no obtuvo respuesta, y llamaba finalmente la atención al Director General de Regiones Devastadas en relación a que “sobe la importancia o no de los hallazgos arqueológicos, es esta Comisaría General de Excavaciones quien debe determinar”.
No existe constancia de que estos escritos tuvieran efecto alguno en la protección del patrimonio en Vega Baja. Los Bloques se levantaron, y no constan, o no conozco, más denuncias al respecto, o la realización de excavaciones arqueológicas al respeto. Un organismo estatal, en este caso, se unía a la tradición poco respetuosa con el patrimonio de que, al parecer, hasta el momento había hecho gala el Ayuntamiento de Toledo cuando se trataba del respeto o la protección de monumentos o edificios antiguos y restos arqueológicos, frente a la construcción y urbanización, y se convertía en un expoliador más, realizando “excavaciones clandestinas”, frentes a las que, parece, que el organismo, también estatal, defensor del patrimonio, nada pudo hacer, en una lucha entre urbanismo y patrimonio que no se detendría ya desde este momento hasta la actualidad.
Poco más tarde la Dirección General de Bellas Artes, como sabemos, no dejó de tratar de corregir los planes urbanísticos que se redactarían por parte de la Administración Local, con el fin de intentar proteger determinados lugares que resultaban gravemente afectados por lo que la administración local estaba planificando, como es el caso de Vega Baja, y ante la resistencia del consistorio, finalmente publicó las Instrucciones de Bellas Artes, que protegían toda la Vega, protecciones que no dejaron de atacarse desde el primer momento, consiguiendo vulnerarlas en algunas ocasiones, y, finalmente, destruirlas totalmente con las modificaciones puntuales 11 y 20 del Plan General de Ordenación Urbana de 1986, cuyos efectos mantienen, hasta hoy, la Vega en peligro.
Imagen: García Vallejo, Luis. 1951: Ordenación y nuevos bloques en construcción en la Vega Baja de Toledo, Reconstrucción 110:173-180
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